Sé que esta semana llego un poco tarde. Concretamente llego una semana tarde, pero es que las lecturas se me amontonan y solo quiero recomendar calidad, porque es lo que os merecéis (lo sé, esto parece sacado de un anuncio de tabaco de los 80).
Lo que hoy os traigo es una pieza extraña. Se titula Obscenidad y es una especie de autobiografía de su autora, Rokudenashiko —que en japonés vendría a traducirse como inútil— y que entró en la cárcel dos veces por distribuir modelos para impresoras 3d de su propia vulva. Así, como lo leéis. Esta autora, con la idea de hacer algo diferente —no lo niega— comienza a hacer moldes en escayola de su chichi —así es como viene en la traducción— y a decorarlos, hasta que intenta recaudar dinero para comprarse una impresora de objetos en 3D y decide dar un archivo para que la gente pueda imprimir sus propios chichis —insisto en que es así como viene en la traducción—. Toda esta idea, que comienza de una forma inocente y como un juego, se encuentra con las leyes contra la obscenidad en Japón y deviene en un efecto Streisand por el que la gente comienza a conocer a esta mujer.
Lo que nos muestra son las incongruencias de un país en el que hay festivales dedicados al falo, pero no se puede mostrar una imagen en escayola de una vulva. Lo que se convierte, en el fondo, en una reflexión que en un principio no es buscada.
El libro es en una parte cómic, en el que la autora va contando los capítulos de su detención y breve estancia en la cárcel y como separación de estos capítulos tenemos fragmentos de noticias o de alegatos de los abogados y, en general, documentación relativa al caso. El dibujo es muy sencillo, rozando lo infantil, pero la narración es muy efectiva, siendo en primera persona y contando los sentimientos de la autora en todo momento, lo que consigue que acabemos con cierta identificación con ella. Lamentablemente la traducción es indirecta y eso se nota en determinadas ocasiones. Por ejemplo, algo que me sacaba continuamente de la lectura era que se refiriera a la vulva como «vagina» o con la palabra española chichi, que en japonés significa «mariposa», lo que a mí, personalmente, me ha vuelto un poco loco.
Dejando estos pequeños problemas de traducción, tenemos una historia muy bien narrada y que nos invita a reflexionar sobre por qué determinadas palabras no se pueden pronunciar o sobre los tabúes del cuerpo humano. Por cierto, me hizo recordar una anécdota que me contó un profesor de literatura. Dos hombres están hablando en una cafetería y uno de ellos está hablando de falos en el mundo del arte, a lo que una mujer, en la mesa de al lado le espeta que no debería de hablar de obscenidades en público, a lo que el hombre contesta — Señora, falo es una palabra. Lo obsceno es lo que se está usted imaginando cuando lo oye.
Querido Luis, te odio y te idolatro al mismo tiempo. Te odio porque con estas pequeñas reseñas me creas necesidades perentorias que desconocía que tenía o iba a tener hace diez minutos y te idolatro por el mismo motivo. Por favor, no pares.