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La gota que me colma




Se desliza lenta, aferrada al mechón de tus canas que cuelga sobre mi cara. Redondeada, pesada, cargada de sal, va sucumbiendo a la gravedad con cada embestida de tus caderas.

La habitación sostiene un rumor silencioso que es mezcla de tarde de verano y tempestad. Ninguna brisa que hinche las cortinas y adelgace esa gota de tu sudor que amenaza con desplomarse sobre mi.

El tiempo está en pausa; no hay más música que el roce de tu sexo con el mío, sinuoso y melódico, como un tango en un burdel; como la serie de siete olas que golpea una playa sin rocas.

Sin previo aviso, la gota de tu sudor me inunda el ojo de lágrimas. Tu sal y mi sal, unidas, acentúan el olor dulzón y agrio que embriaga este camarote escondido en Madrid. El placer y el llanto se desbordan a la vez, como si ante una erupción volcánica que expulsa cenizas al cielo, la atmósfera respondiera con el diluvio universal.

En un segundo, la habitación se llena de océano y nos sumerge en un espacio angosto y oscuro; una suerte de vientre materno que nos reconforta, nos perdona, nos alienta y nos empuja de nuevo a la superficie.


Tras la tempestad, de nuevo Madrid con su tarde de verano castellano; de nuevo mi habitación abuhardillada, las guedejas de tus canas, las sábanas mojadas, el segundero resucitando... Dos que han sido uno. La vida, eternamente finita.

 
 
 

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2 comentarios


hugosancho20
10 may 2024

Está claro que tienes agarrada la inspiración por el pescuezo. No la sueltes. Sigue, sigue, no pares...

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Liber Alis
Liber Alis
13 may 2024
Contestando a

Gracias, amigo. Me gustaría leer tus cosas también. Anímate

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