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Foto del escritorLuis R.

Hoy se lee manga I: La mujer de al lado


Tsukioka Yoshitoshi: El legendario emperador Jinmu (Fuente: Wikipedia

Hablemos de manga. Y, por favor, que nadie quiera hacer un chiste sobre chaquetas y chalecos. Vamos a hablar de manga japonés, que esto es un club de lectura y el manga también se lee. Y como sé que a muchos estos temas les dan repelús, pues ya lo leo yo por vosotros y os lo cuento. Además, voy a aprovechar esta serie para hacer una geografía sobre Japón, así que vamos a leer y, a la vez, nos vamos de viaje.

Creo que la mayoría pensáis en algo así cuando alguien habla de manga.

De Wikipe tan wearing a bikini by Kasuga39.png: w:User:Kasuga~enwikiderivative work: Malyszkz (talk)derivative work: JN466 - Wikipe tan wearing a bikini by Kasuga39.svg, CC BY-SA 2.5, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=15115283

Sin embargo, el manga abarca muchísimos temas y está dirigido a un gran público, por lo que siempre podremos encontrar alguno de nuestro gusto. Yo os hablaré de gekiga, que es un formato narrativo pensado en adultos, pero sin cochinadas, que os conozco y sé lo que vais a pensar.


Hoy os traigo La mujer de al lado, de Yoshiharu Tsuge. Este tomo, publicado en España por la editorial Gallo Nero.

Esta una colección de cuentos autobiográficos que el autor escribe y dibuja a lo largo de toda su vida. El primer cuento nos habla del amor de juventud, el sexo y la oportunidad perdida con el Japón de la postguerra como fondo de la historia. El autor nos da como referencia temporal el ANPO, que se firmó en 1960 entre Japón y Estados Unidos como pacto de mutua cooperación.

En dos de los relatos, Niño y Un autor sin nombre, encontramos la dureza del artista pobre que tiene el deseo de progresar pero se ve avocado al fracaso a menos que quiera entrar en la industria, en este caso, del manga y las publicaciones. Curiosamente, esta dureza se entremezcla con la amoralidad de los personajes. Elemento que volvemos a encontrar en el último de los relatos, La asociación de los cien lugares de Ikebukuro, donde además Osamu Dazai tiene un muy importante papel. Dazai es un autor que nos habla del mismo Japón de postguerra y cuyas historias están protagonizadas, en muchos casos, por él mismo y en donde no hay un juicio moral sobre el comportamiento de los personajes, sino que lo que se cuenta sirve como expiación o quizá como penitencia. Si Dazai es conocido por algo es por el final abrupto de sus historias, y todos estos elementos los encontramos en este tomo de Tsuge del que hablo hoy. Sus historias no buscan un juicio ni tienen moraleja. Simplemente son y la gente hace las cosas sin pararse a pensar en cual es la razón. Son escenas de una forma de vida que, aunque pueda parecer alejada de nosotros, quizá nuestro vecino sea así. Este es precisamente el descubrimiento que hace Tsuge en uno de los relatos.

Aunque la mayoría de los relatos son de su juventud, hay dos historias en las que encontramos a un Tsuge algo más mayor, a finales de los 70, siendo padre de un niño y teniendo que luchar contra la pobreza. También hay una oda a la fealdad y a la decadencia, entorno en el que se movió toda su vida. El autor, depresivo, un día simplemente dejó de dibujar.


Cartel de Rashomon, de Akira Kurosawa (Daiei films, (c) 1962)

Hay que tener en cuenta que las historias se enmarcan en la era Showa (1926-1989). Esta era se caracteriza por la guerra, la postguerra y la posterior reconstrucción de Japón. Esta no es simplemente una reconstrucción material, sino que además está marcada por una nueva forma de entender el mundo y las tradiciones propias para poder adaptarse a un mundo que también está cambiando. Japón trata de llegar al mundo con un nuevo cine, en el que quizá Kurosawa es el más conocido, y una nueva literatura en el que Mishima destaca por su fama internacional. Curiosamente, ambos autores se suicidaron. Kurosawa lo intentó pero no lo consiguió, Mishima se decantó por el tradicional Seppuku (lo que en occidente conocemos como Harakiri) que fue un auténtico desastre. Muchos autores están de acuerdo en que esta época de cambios y readaptación llevó a una especie de generación desesperada, que se ve, especialmente, en el arte.

Volviendo a La mujer de al lado, tenemos un dibujo sencillo pero muy oscuro y por momentos de gran dureza. La edición española es muy buena, encuadernada de derecha a izquierda, con una buena traducción, aunque no está indicado quién la ha hecho.

Antes de cerrar este artículo, voy a hablar un poco sobre las traducciones japonesas. Muchos de los libros y del cómic que nos llegan traducidos no vienen directamente de Japón, sino que en la mayoría de los casos son traducciones de las traducciones al inglés o al francés. El japonés es un idioma muy rico en dobles sentidos y juegos de palabras que en muchos casos sí que son traducibles al español de forma directa, pero que en inglés en muchos casos se pierde y, si no lo hace quizá ocurra al hacer la doble traducción, con lo que la calidad literaria desaparece completamente. En otros casos, especialmente cuando hablamos de manga, las editoriales se decantan por aficionados que hablan japonés y que tienen más empeño que oficio. Desde luego, es mucho más caro encontrar a un traductor competente de japonés que a uno de inglés, aunque el resultado se resienta. Por eso, cuando leemos obras de determinados idiomas, es importante saber de dónde ha sacado el original la editorial y el nombre de los traductores.

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