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Foto del escritorLuis R.

Autores rarunos III: Chester Himes


Si damos un paseo por el cementerio de Benissa, en Alicante, encontraremos que la tumba número 56 pertenece a un tal Chester B Himes, fallecido el 12 de noviembre de 1984. Allí le enterró su esposa, Lesley, aunque él quería ser enterrado en París, donde vivió quince años. A su entierro asistieron también unas quince personas y dos ramos de flores descansaban junto a su tumba, uno que envió su editorial y otro que dejó Lesley.

Murió a los 75 años por culpa del Parkinson. Y si os preguntáis por qué es tan importante su muerte es porque este hombre creó a dos de los detectives más interesantes de toda la historia de la literatura negra (en todos sus sentidos): Ataúd Ed Johnson y Sepulturero Jones. Estos dos detectives de la policía de Nueva York prestan sus servicios en el barrio de Harlem, que conocen y dominan como la culata de un revolver Colt 1917.

Se puede decir que es en muchos sentidos, lo contrario a Dashiell Hammett. Este crea sus historias y sus personajes desde el conocimiento que le da el haber trabajado en la agencia Pinkerton como agente. Sin embargo, Chester conoce el mundo del hampa porque pasa 7 años de su vida encerrado en la cárcel, donde empieza a escribir. Y es que, como vemos, Himes y Hammett son dos caras de la misma moneda. Uno murió como un héroe y está enterrado como tal y el otro quedó lejos de su casa, en un cementerio de un pueblo mediterráneo cuando en realidad quería ser enterrado en París.


Himes se hace famoso con su primer libro Si grita, déjalo ir, publicado en 1945 y con tintes claramente autobiográficos, el pesimismo de Chester va creciendo con el paso de los años y sus personajes e historias se llenan de cinismo. En sus historias, los blancos odian a los negros y estos, a su vez, se diferencian entre si por su tono de piel. He dicho que Ataúd y Sepulturero trabajan en la policía de Nueva York y que quizá estuviesen integrados, sin embargo los negros de Harlem los odian por ser policías y para la policía son solo dos herramientas capaces de entrar en un barrio donde nadie hablará con un blanco. Todo esto, leído con la mentalidad del siglo XXI puede resultar chocante, pero para Himes, era su día a día. Y lo mejor es que lo cuenta con un tono tan alejado del sensacionalismo que es mucho más fácil entender el ambiente viciado que tuvieron que vivir él mismo y varias generaciones de estadounidenses.

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