Siempre me he sentido atraída por Cerdeña. Su naturaleza, sus tradiciones, su identidad única y la literatura me han hecho amarla sin conocerla. Aun así, nunca había oído hablar de "La acabadora" ni de su autora, la sarda Michela Murgia.
El viernes, mientras curioseaba por las estanterías de la librería de Luis, este libro se me presentó. No sé si fue su título, que me pareció mal escrito, o si fue la conocida salamandra del lomo, que me llevaba a otras estanterías con otros lomos en otras vidas. Tal vez fue solo una más de las causalidades de este noviembre que trae olor a muerte y a hojas mojadas. Lo saqué de la balda con una mezcla de curiosidad y certeza.
El sábado, recién abiertos los ojos, tras bajar a la cocina a por una taza de café, me lancé a leer la historia de María (causalidades) y la tia Bonaria. Tuve que dejar el libro en la página 30, muy a mi pesar. Esas primeras páginas ya me tenían rendida, enganchada y absolutamente desnuda.
"Al cruento sol de julio, el pastel le crecía en las manos, hermoso como a veces lo son las cosas malas"
Lo pude retomar el domingo, y leí hasta que lo terminé. Del tirón, como hacía mucho que no me pasaba con un libro. Puede que noviembre y su sucesión de catastróficas desdichas tuviera algo que ver. Puede que realmente, haya pocas novelas capaces de explicar sin juzgar "eso del tejo" que tan interiorizado tenemos las mujeres de MiNorte. Puede que visitar el altar de muertos de la Casa de México no fuera en realidad tan buena idea o que charlar sobre un libro de relatos centrados en la muerte el día que enterraban a Juan fuera demasiado hasta para mí.
"...el viejo Bastíu era incapaz de suponer una maldición peor que vivir en el presente haciendo hablar a uno mismo en pasado"
La acabadora es una novela serena, sensata, rotunda, desnuda, noble y tenaz. Un ramillete de violetas para el ojal de los que dictan sentencia sobre la buena o la mala literatura, pero sobre todo, una exposición magistral y completamente equilibrada sobre la eutanasia, sobre el amor, sobre la verdad y sobre el paso de la juventud a la adultez. Apenas 180 páginas de belleza y dolor tan vivas como perennes.
"Hay cosas que se hacen y otras que no"
Esta novela ganó el premio más prestigioso de las letras italianas, el Campiello.
El premio para mi es haberla encontrado.
La leí cuando murió mi Nona. Te entiendo Líber que te marcó. No es para flojos, ni tanto. Abrazo desde Chile.