Hablar del tiempo
- Liber Alis

- 29 oct
- 12 Min. de lectura

Hay libros que son senderismo primaveral y libros que son carretera de montaña en invierno; libros por los que transitas y libros que te atropellan.
He tardado un poco en poder escribir sobre el último libro que leímos en el club. Quería hacerlo desde que lo empecé, pero cuesta encontrar las palabras cuando lo que lees es tan intenso, tan profundo, tan real, tan "tu". Además, he visto tantas reseñas sobre Carmen Martín Gaite que sinceramente, no quería ahogarme en tópicos manidos ni duplicar experiencias lectoras.
Voy a intentar trasponer aquí lo que supuso para mi leer "Nubosidad variable" sin desnudarme nada más que lo justo (que bonito se ve desde el borde de la cincuentena aquello del salto de cama o "la mañanita" que resultaba accesorio ridículo en la treintena; esconder los excesos, intuir lo preciso)
Siempre me ha gustado la causalidad, por encima de la casualidad. Supongo que es algo relacionado con mi formación científica o con mi personalidad analítica. Pero el principio filosófico por excelencia para mí es que para todo suceso existe una causa. Con esa base me muevo por carreteras secundarias y puertos de montaña; a la orilla de mares y ríos; en lo mas salvaje del bosque o en el rincón mas antrópico. Por eso busco la causa de que "Nubosidad variable" llegase hasta mi en un momento vital en que me puedo identificar con todos los personajes de la novela. Ahora me desnudo, pero me quedo con el salto de cama:
Nubosidad_variable-sur-B-club_de_lectura-noviembres-F-oscuridad-madurez-luz-pozo-metamorfosis-salitre-ser-dorado-gusanos-azul-orilla-cachitos-fotos-estar-maternidad-Yo
Parece una sucesión de términos, pero es la piel a jirones. Voy a transcribir algo de lo que escribió Carmen Martín Gaite:
"Los gusanos verdes son las horas muertas, las horas podridas de mi vida entera, horas gastadas en sortear los escollos de la realidad para lograr aprobar materias que no me acuerdo de qué trataban, en las que ni siquiera me doy por examinada, a pesar de haber lidiado con ellas. Porque lo único que sé de esas asignaturas es que siempre hay que estar haciéndoles frente como si fuera la primera vez, y el miedo a suspenderlas sigue siendo el mismo. [...] Aprobado en hija de familia. Aprobado en noviazgo. Aprobado en economía doméstica. Aprobado en trato conyugal y en deberes para con la parentela política. Aprobado en partos. Aprobado en suavizar asperezas, en buscar un sitio para cada cosa y en poner al mal tiempo buena cara. Aprobado en maternidad activa, aunque esta asignatura, por ser la mas difícil, está sometida a continua revisión. [...] Gusanera gris y gusanera verde de conocimientos borrosos, discutibles, agobiantes."
Pues, por ejemplo, esto seria "noviembres, B, cachitos, maternidad, gusanos, estar".
Vámonos!

La novela es una conversación a trozos entre dos amigas de la infancia que dejan de verse durante treinta años y se reencuentran, por ca(**)alidad cuando ya han construido sus vidas y ya son conscientes de lo poco suyas que son. Y voy a decir algo, off the record: los esfuerzos hay que ponerlos en lo que es importante en el largo plazo. Cuando reformas una casa, es lógico entusiasmarse con el papel pintado ese tan bonito que encontraste en una web alemana un domingo después de un polvo salvaje y croissants en la cama. Te flipa imaginarte como las luces matizarán las texturas de su diseño y como aquel mueble de tu abuela se verá por fin cobijado como merece. Te vienes arriba y buscas un papel también para el comedor, que tenga los tonos del mar, ese al que huyes cuando todo va demasiado bien o demasiado mal. No deja de ser premonitorio y causal que cuando vas pasando páginas del catálogo virtual pienses que, bueno, tampoco pasa nada si te equivocas porque el papel pintado lo mismo que se pone, se quita. Y tienes razón. Por eso donde debes invertir con conciencia es en las ventanas y la electricidad. Cosas que no parecen verse, pero están. Están y son los auténticos cimientos de tu reforma. Y no digo que en la vida no haya que mirar catálogos de papeles pintados o de tapicerías o de vajillas de loza. Pero lo básico es asegurarte de que el tejado, los desagües y los servicios sean confiables. Eso es lo que va a estar ahí para toda la vida. También puedes mudarte y dejarlo todo atrás, por supuesto. Entonces alguien heredará la casa que con tanto entusiasmo_temporal_transitorio decoraste y quitará tu papel pintado pero se quedará con esas ventanas que en el fondo, eran las que matizaban la luz sobre las paredes. Y todo quedará en una colección de fotos de situaciones vividas en habitaciones decoradas con pasión a las que no vas a volver jamás. Piénsalo, amiga. Cuando te mudes, quema las naves. Salvo que esa casa sea tu particular Ítaca. Entonces, procura mantener siempre los barcos bien pertrechados y piensa que, a tu regreso, puede que Penélope haya cambiado la maquina de tricotar por una cámara de fotos. Escribe Carmen Martín Gaite: "a la gente se le va la cabeza por un rail y la vida por otro". Nada más que añadir.
Mariana, una de la protagonistas, es una psiquiatra de éxito. Célebre entre lo mas pijo-progre de Madrid. Soltera por causalidad. Sin hijos por coherencia. Mariana encarna la huida hacia adelante. Estudiar para no pensar; ejercer porque para eso ha estudiado; triunfar porque las cosas se hacen bien; cuando algo se interpone en el camino que cree que debe seguir, ese al que se agarra como a un clavo que le quema, lo aparta;
"...desde los años de universidad, cuando me planteé que había que elegir entre atender a los sentimientos ajenos o dar coba a los propios y supe que si no era capaz de arreglármelas sola y sin pedir auxilio, de poco auxilio iba a servirle a nadie, fue una decisión indolora entonces y que incluso me embellecía"
Mariana se engancha a las cuitas de sus pacientes porque necesita colocar en algún sitio el amor que le rebosa por los poros y que no sabe gestionar porque piensa que no encaja con la imagen que tiene de si misma. Por eso, a pesar de la intensidad de las emociones, huye del amor real de Manolo Reina. Huye porque tiene miedo de que eso la amarre, la limite, la ahogue. Huye porque ese amor llega en un momento en que "todo" es posible. Huye porque cree que nada en ese "todo" es para ella. Porque, quizás, si lo fuese, habría sido mucho tiempo atrás. Y con el paso de los años, adornado con laureles y oropeles ese camino elegido en la temprana juventud, Mariana se da cuenta de que no sabe a donde va. Y vuelve a los únicos lugares donde tuvo certeza de estar viva. Y se marcha al sur, a recorrer las mismas carreteras que recorrió con Manolo, a buscarlo. E idealiza ese reencuentro que cuando se produce, es una bofetada. Es como parir. Pasas años idealizando a maternidad, años buscando el candidato perfecto para ejercerla, años leyendo sobre crianza y cuarenta y dos semanas definiendo un futuro incierto. Y cuando al fin pares, el castillo de naipes se desmorona y absolutamente nada es como tu has decidido que tenía que ser.

En esas está Mariana, dándose cuenta de que ella ha construido un mundo al que le falta todo lo que ansía. Le dice Manolo en una de esas carreteras del sur: "No se te ocurra recogértelo, que tu pelo está hecho para que el viento juegue con él y lo alborote, déjalo siempre vivo y a su aire, que es ese: el aire libre". La libertad no era lo que nos habían contado, querida. No estaba solo en seguir ese camino que tu misma estás construyendo y asfaltando. Era también parar y dejar que el viento te alborote el pelo.
Y Mariana regresa del sur habiendo cerrado el capítulo de Manolo Reina (cierre con regalo de cuadro incluido; causalidades), pero buscando aún todavía ese lugar donde tuvo la certeza de estar viva. Y se da cuenta de que ese lugar es Sofía. "Pero es porque tu existes, Sofía, escondida, buscando hueco en un refugio del que quiero rescatarte; [...] Escribo tonterías, ya lo sé, que cualquier broza u hojarasca es buena para aguantar el frio de la espera, para avivar el fuego de la historia que te quiero contar antes de reingresar en la mazmorra del sentido común [...] Quiero llorar contigo una pena de amor tal vez irrelevante, pero que arrastra muchas anteriores, lágrimas y suspiros abortados desde los años de universidad, [...] Se llamaba Manuel Reina [...] lo perdí yo porque me dio la gana. Porque volví a la cárcel del sentido común de la que llevo muchos años queriéndome escapar y ya no puedo igual que llevo muchos años, muchos mas, sabiendo que es a ti, a mi amiga del alma a quien quiero llamar para que me consuele"
Sofía siguió otro camino. Menos autoimpuesto que predefinido por las convenciones sociales a las que ella misma se cree amarrada. Otra forma de elección, menos obvia pero igual de definitiva. Fue feliz en la infancia, con la cabeza metida en los libros y expresando su arte de vivir con cuentos escritos para cada ocasión. Luego, un solo traspiés y su vida deja de ser suya. ¿Podría estar yo más cerca de entender a Sofía que a Mariana? A finde cuentas Sofía se casó (pero lo hizo con un novio precoz que la dejó embarazada de forma bastante inconveniente); Sofía es madre (pero la maternidad le llegó sin buscarla, temprana y compuesta dentro de un lote que contenía un marido mediocre con aspiraciones, una madre que no te lo va a perdonar nunca y un vacío existencial basado en la idea de haberse perdido mucho de lo que ella pretendía vivir); Sofía es la que escribe ese texto del inicio de este post sobre las asignaturas y los gusanos. Y ahí, sí, creo que estamos muchas. Porque, independientemente de como lleguemos a la maternidad, esta lleva asociadas muchas mas cosas de las que creemos en un principio. Algunas de ellas te hacen transcender en el sentido kantiano de traspasar los límites de la experiencia posible. Y algunas de ellas son como lastres. Quien no entienda de lastres, pensará en el sentido peyorativo que puede tener la palabra en este contexto. Quien entienda que cuando estás en la derrota de un huracán, el barco se lastra hasta que ya no cabe más, lo habrá entendido todo.
Le dice Sofía a Soledad: "Hay transformaciones que se operan de puntillas. Y otras que surgen de pronto. Como una erupción. O como un milagro. No sé. Depende - ¿Te refieres al amor? - Sí, pero también al aborrecimiento. Y en general, a todos los humores que nos recorren a lo largo del día, que tan pronto te quieres morir como te emborracha la vida. " Así es también la maternidad: erupción y milagro. Seguramente, es la maternidad lo que mejor define a Sofía. Porque ella ha encontrado el poso de calma que se necesita para mantener el equilibrio en observar la vida de sus hijos. Eso, como dirían en alguna película de la cual no quiero acordarme "es como el tofu; te mantiene fuerte pero nunca estás lo suficientemente satisfecho". Porque a Sofía le sobra Eduardo, ese marido por imposición, ausente, infiel con quien nada comparte y a quien no entiende ni necesita entender. Dice Sofia: "Sugerencia para próximos capítulos: el personaje de Eduardo no interesa al lector. ¿No podía ser desplazado un poco de la acción, darle menos papel?"
Sofía sonríe poco. Y está siempre un poco ausente a base de ser una presencia tan constante. Y por eso adoro ese destello de luz que Martín Gaite le concede en Londres. Del casual encuentro en Londres con Guillermo surge una sonrisa radiante que refulge tanto que, esta sí, es visible desde la poltrona de su marido, desde la montaña rusa de sus hijos, desde la caja de pino de su madre y desde la pantalla de televisión de su asistenta. Y Sofía se pasa una semana follando en un hotelito inglés como si eso fuera el mundo. Y por un ratito, eso fue el mundo. Ese fue el momento en el que Sofía se permitió priorizarse y pasó de hijos adolescentes, de maridos ausentes, de madres perennes y del qué dirán. En tiempos de Martín Gaite, algunas iban a Londres a abortar hijos inconvenientes; Sofía fue a resarcirse de no haberlo hecho. Esto es solo una interpretación, claro. Tal vez, en el personaje de Sofía no estaba contemplado que la causalidad de aborrecer su vida fuera un embarazo, ni que ese embarazo le fuera a proporcionar su única razón de existir pero no deja de resultarme sublime que su único momento de exultante felicidad en la vida adulta fuera esa escapada a Londres. Encontrarse, de casualidad, con el primer amor, aquel amor arrebatador que surgió al calor de una chimenea y que de forma absolutamente inocente resultó ser compartido con su amiga Mariana. Cerrando círculos.
Martín Gaite
¿Cuánto Martín Gaite hay en Sofía y Mariana? Hay dos pasajes en el libro que me resultan muy esclarecedores para contestar a esta cuestión (aunque mi respuesta no deja de ser una opinión) y que además rescatan el tema de las causalidades del inicio de este post.
"Ahora es esa pared tienen enmarcada con un passe-par-tout gris la reproducción en grande de un cuadro bastante feo [...] Me quedo un rato mirándolo y me inquieta tanto que me pongo de pie para verlo mejor. Debajo pone, en letras pequeñas 'Salvador Dalí. PERSISTENCIA DE LA MEMORIA, 1931. Museo de Arte Moderno de Nueva York' Me pregunto si será esa memoria tan anormal la que va a persistir, Sofía, ¿no se te ha ocurrido pensarlo? [...] ¿Te puedes imaginar, Sofía, ni remotamente, la clase de memoria que tendrán tus hijos cuando desaparezcas tu? Claro que no. No lo sabremos nunca" Esto es un soliloquio que tiene la representación onírica de la madre de Sofía. No puedo evitar pensar que yo misma utilicé los relojes de Dalí para auto explicarme hace ya muchos lustros (causalidades) y que cuando Martín Gaite escribe esto, de una madre muerta a una hija, su hija ya está muerta.
"No me salen más que cuentos incompletos, todos son cachitos, y los voy uniendo como puedo, pero quedan cachitos para dar y tomar, vivos y coleando, empujándose para entrar en el argumento. Ahí es nada, toda una vida, a la que han afluido y siguen afluyendo muchas más y cada cual cantando su canción, cuántas aguas mezcladas, cuánto poso; y sin salir de casa, cada cajón que abro, cada nube que miro pasar por delante de mi ventana, cada palabra que oigo y cada libro que me pongo a leer estalla en mil añicos donde se espejan nuevos fragmentos de vida: historias despedazadas. El único final un poco feliz de estos cuentos incompletos será el de podérselos entregar algún día a alguien que sonría entre lágrimas al recibirlos" Esto explica Sofía. "Todo son cachitos". Para causalidad, mi cuenta de IG, ;-)
Como sea, "Nubosidad variable" es meta literatura. Hay todo un tratado para aprender a escribir en los diálogos en tres tiempos de estas dos amigas. Y una escritora contando como se escribe y convirtiendo las lecciones de vida y escritura en novela es un buen resumen de lo que es este libro.
Le dice en una ocasión Mariana a Sofía: "Te decía antes que mi patria es mi escritura. Algún día te invitaré a visitarla" y yo me pregunto porque esa frase es de Mariana y no de Sofía. Y supongo que porque Mariana escribe pragmáticamente y Sofía lo hace desde la imaginación, desde lo onírico. Por eso para Mariana la escritura es patria, porque es donde se auto explica. Dice: "En el fondo, no se habla ni se escribe para convencer a nadie de nada, sino para convencerse a uno mismo de que sigue en forma y aun puede permitirse acrobacias que pongan a prueba el cuerpo, la mente y sobre todo, la relación acompasada entre uno y otra. Milagroso equilibrio, como el de respirar, ya ves tu".
Cuando leí esa frase (vuelvo a desnudarme) recuperé otra de "Sefarad" (Antonio Muñoz Molina, Alfaguara, 2001) que me ha acompañado desde que leí esa novela, metida en un petrolero en el Caribe, allá por 2002: "Mi vida pasada es un lugar del que te he contado muchas cosas pero que nunca podrás visitar". Harían falta muchas sesiones de vermú para poner las dos frases juntas y escribir un análisis sobre cómo y cuándo encajan ambas.
A menudo se habla de "Nubosidad variable" como novela epistolar, pero no lo tengo yo así de claro y me parece que eso es precisamente parte de la magia de este libro. No deja de ser curioso y definitivo que en la estructura básica de la novela no haya exactamente un intercambio epistolar sino que Mariana escribe cartas (las mande o no) y además lo hace con un ritual que comparte con Sofía desde la infancia y Sofía simplemente escribe. No escribe cartas ni respuestas. Solo escribe. Por eso creo que realmente de las dos, la que tiene la patria en la escritura es Sofia. Mariana se agarra a esa idea como Rose a la tabla del Titanic. En cualquier caso, para ambas, lo importante es la relación entre escribir y seguir vivas. Así hablan una y la otra:
Dice Mariana: "Yo no puedo dejar de escribir. Es lo único que me cura" / "No he hecho otra cosa desde que salí de Madrid que escribirte, gracias a eso me he mantenido con vida"
Dice Sofía: "Escribir me saca del infierno" / "A mí la literatura me ha salvado de muchos pozos negros"
Es obvio como aquí quien habla es Carmen Martín Gaite, que convirtió el hecho de escribir en el oxigeno de su respiración. Y es, esta novela, todo un manual para escritores o tal vez, para personas que escriben y no saben que son escritores. En la última página del libro se puede leer: "Madrid, abril de 1984 - enero de 1992" y al conocer un poco de la biografía de Martín Gaite podemos entender cuánto de verdad hay cuando en la novela se habla de lo necesario de la escritura.
Martín Gaite empezó "Nubosidad variable" en abril de 1984, justo un año antes de que Marta, su hija, politoxicómana y seropositiva falleciera de neumonía en lo más jodido del Madrid de la movida. Es a ella a quien le dedica el libro:
"Para el alma que ella dejó de guardia permanente, como una lucecita encendida, en mi casa, en mi cuerpo y en el nombre por el que me llamaba"
Dice Sofía en la novela: "Siempre se escribe para lo mismo, un poco en plan “restos de naufragio”, ¿no? A veces, la única forma de sobrevivir a un naufragio es guarecerse en una novela"
Precioso naufragio este. Ojalá, algún día, naufragásemos todos así.
"Ese desarraigo repentino que nos hace cortar amarras con las referencias habituales, desenfoca los perfiles del mundo y nos lleva a la deriva hacia las costas de la literatura"


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