Los marinos tenemos algo diferente. Somos esos que sin branquias, ni aletas, ni escamas, elegimos la mar como ecosistema. Somos unos kamikazes, unos tarados, unos románticos.
Las mayoría de nosotros aceptamos esa diferencia y la magnificamos, orgullosos de engrandecer una casta que cuenta entre sus filas con locos tan laureados como Juan Sebastián Elcano, Jacques Cousteau o Marie Tharp.
Para profundizar en las taras que nos identifican, algo que nos produce inmenso placer, alentamos vicios tan mundanos como los destilados, las tabernas, la música folklórica y los amores épicos y otros tan trascendentes como la literatura de viajes, la astronomía, la vela y el que a mí me trae hoy aquí: la mitología. ¿Qué? ¿Queríais una historia de sexo en la playa? Venga, que aún no es ni primavera.
La mitología es a menudo refugio donde guarecerse durante las tormentas, ya sean estas meteorológicas, familiares, profesionales o emocionales y es así desde antes de que apareciera la escritura. No hay civilización sin su tradición de leyendas y cuentos que lo mismo servían para amenizar una noche a la vera del fuego que para asustar a los niños o justificar las malas/buenas cosechas.
De entre todas las leyendas, de entre todos los mitos comunes, seguro que muchos coincidiremos en que el más marinero es el de las sirenas. Acompañadme de viaje a tres lugares del mundo donde conocer mitología marinera y belleza, dos conceptos que, a menudo, se funden para dar lugar a la vida que a nosotros, a los marinos, nos arrastra de forma irresoluble.
Ulises, Partépone y Nápoles
El origen de las sirenas actuales, las que conocemos, parece estar en la mezcla entre nereidas, ninfas, sirenas y ondinas, siempre hablando de mitología griega. Algunos autores hacen referencia a mitos de otras civilizaciones y hablan de las mujeres foca nórdicas. Sea como sea, a ninguno de los que hemos hecho guardia en el puente, completamente a oscuras, oliendo a café y escrutando la línea del horizonte a la luz de las estrellas, nos es ajena la historia de Ulises. El Capitán atado al mástil por sugerencia de Circe, volviéndose loco por los cantos embaucadores de unos seres, mitad mujer y mitad pájaro, que trataban de confundir a las tripulaciones para cosechar los tesoros de las bodegas de los barcos a los que dirigían, so pena de su propia muerte, hacia los arrecifes. Dice la leyenda que la proeza de Ulises, atravesar los arrecifes de las sirenas sin estrellar su nave, abocó a una de ellas a la muerte consabida. En el lugar donde fue enterrada Partépone estaría la actual Nápoles.
Kópakonan y las Islas Feroe
Bellísima es la leyenda de las Islas Feroe que habla de cómo algunas personas deciden vivir su vida para siempre en el océano, enfundadas en una preciosa piel de foca. Kópakonan era una de esas mujeres-foca. Una vez al año, liberadas de su piel de foca, esas personas, de nuevo hombres y mujeres por un día, bailaban y celebraban la vida. Una de esas noches, un pescador se enamoró de una mujer foca y decidió robarle la piel para evitar que volviera al océano. Durante muchos años, Kópakonan vivó como mujer, sometida a la voluntad de su marido pescador, con quien tuvo a sus hijos hijos. Mientras, su piel de foca permanecía en un baúl cuya llave era custodiada por él. Un día el pescador olvidó la llave y eso supuso para Kópakonan dos sentimientos enfrentados: su tristeza por separarse de sus hijos y su felicidad por volver a ser ella misma. El mito, sigue, con la venganza del pescador y la maldición que Kópakonan lanzó contra todos los habitantes de la isla. La estatua que homenajea su mito, la maldición de Mikladalur y el respeto a la diversidad y a la libre elección es el lugar más fotografiado de las Feroe y no me extraña. Las Feroe son uno de los lugares más remotos y más hermosos del planeta, doy fe, pero el emplazamiento de esa escultura, las olas rompiendo, la luz del Norte más septentrional... abruma.
Lorelei, la ondina del Rin (en llamas)
Igual de bello es el mito de Lorelei, la ondina del Rhin, que da nombre a un pueblo, su castillo, su acantilado, un meandro y está vinculada a un festival de fuegos artificiales que se celebra durante el verano a orillas del río y que es, aunque sea en agua dulce, la celebración más marinera de los germanos. La leyenda de la dulce Lorelei ha dado lugar a una de las canciones más marineras de los Scorpions, de igual nombre, que incluyeron en su disco de 2010, "Sting in the tail". Curioso, ¿no? También Ella Fitzgerald cantó su propia versión de la historia. Hay muchas composiciones sobre el mito de Lorelei pero mi favorita es una mucho más "tabernera" que se incluye en el cuarto álbum de estudio de la banda de folk renacentista Blackmore's Night. Me encanta esa canción.
En fin, que cuando todo va mal, cuando la tristeza se agarra a las tripas, pueblos de todos los credos se abrazan a lo místico, llamémoslo mitología, llamémoslo religión. Cuando eso nos pasa a los marinos, salimos al alerón, a charlar con las sirenas y cantar con ellas alguna canción.
¡Feliz finde!
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