'Qué bonito el mar' decían los de La Cabra Mecánica y qué razón tenían. No voy a descubrir nada si empiezo con todo eso del hipnotismo que produce esa inabarcable masa de agua azul/verde/gris/dorada/... que es la mar. Tampoco voy a sorprender a nadie con lo inspiradora que resulta y las obras tan bellas que han salido cuando los artistas (pintores, músicos, escritores) se han quedado absortos en su eterna sucesión de olas. No, no voy a irme a lo manido. Voy a hablaros de un rincón escondido en Mi Norte, muy cerquita de donde ha instalado su vida Valentina Redondo, la protagonista de la saga de misterio de Maria Oruña, Vigo 1976 que se inició con Puerto Escondido y que tiene ya cuatro libros (auto conclusivos, se pueden leer de forma independiente) y está pendiente de publicación el quinto de la saga.
El vino es néctar que alimenta el espíritu, la mente y reaviva los sentidos.
A mi me gusta el mar, claro. Es mi medio natural. También me gusta leer y por eso estoy aquí, pero además me gusta el vino. Me gusta el vino como rito completo. Elegirlo, probarlo, tratar de entenderlo, compartirlo con mi gente y atesorar el momento en la memoria como prueba de haber vivido. Si mezclamos, mar, lectura y vino con mi itinerario personal, la combinación es un lugar: Bodegas Miradorio, un lugar mágico muy cerca de ese norte que Maria Oruña ha elegido para ubicar los misterios que resuelve la Guardia Civil Valentina Redondo (salvo el último libro de la saga hasta ahora, en que la pareja protagonista viaja a tierras escocesas). Así como Valentina y Oliver viven en Suances, las bodegas de las que os hablo están ubicadas en Ruiloba a unos 20 minutos en coche por la carretera de la costa.
Los libros de Maria Oruña mezclan misterios, pinceladas de lo sobrenatural, paisaje, amor, tradición, pasado, presente, y son una lectura estupenda para una tarde de verano, mirando al Cantábrico con un 'Mar de fondo', por ejemplo, el blanco mas consentido de Miradorio que mezcla cuatro uvas distintas (Riesling, Hondarrabi Zuri, Albariño y Godello). Este IGP Costa de Cantabria es para mi, compra obligada cada vez que viajo a Mi Norte y está tan dentro de mi que al abrir la botella y oxigenarse la uva, me huele a casa, a amigas, a verano, a mar y un poco también a verde, a hortensias y limones, a misterios antiguos y tradiciones arraigadas en el ADN.
Si os gusta viajar a escenarios de novela, os sugiero la ruta del mapa, entre Suances y las bodegas hay unos acantilados brutales (mi favorito, Puerto Calderón; el mas fotografiado, Ubiarco con la ermita de Santa Justa escondida en las rocas) y además de Suances tenéis las villas de Santillana de Mar (el pueblo de las tres mentiras porque ni es santa, ni es llana ni tiene mar) y Comillas, donde encontrareis además de salitre y verde, una de las obras mas icónicas de Gaudí.
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