La lectura de este mes es uno de esos "clásicos contemporáneos" que hay que conocer. Por un lado tenemos al protagonista, Ignatius y por otro lado por su autor, John Kennedy Toole. Ambos personajes forman un dúo que se convierte en un icono pop de toda una generación.
La vida trágica de Toole acabó en suicidio debido al rechazo de su novela, que él consideraba una gran obra, por parte de una editorial bajo el pretexto de que "no va de nada" (vale, esta historia es simplista y todo fue más complejo, pero es lo que siempre se cuenta). Hablamos de los años 60 del siglo pasado. Podemos pensar en cómo ha cambiado la vida, teniendo en cuenta la popularidad que ha alcanzado la novela y más aún si pensamos que algunos de los éxitos de los años 80 y 90 iban sobre absolutamente nada. Sí, me refiero a Seinfield evidentemente.
Después vinieron otros productos que tampoco tratan de nada, pero ya, en este caso, muy a su pesar.
Volviendo a John K. Toole, su vida, colgada siempre de los hilos de su muy controladora madre, se fue convirtiendo poco a poco en una tragedia a pesar de su brillantez personal. Su creación, Ignatius Reilly, es hijo de un mundo que está cambiando muy deprisa, esto es, el Estados Unidos de principios de los 60, pero que aún conserva parte de su orgullo de ganador de la postguerra. Ignatius representa al nuevo hombre que no entiende nada de todos esos cambios y que echa de menos una época que no ha conocido jamás.
Personalmente, siempre que pienso en esta novela, no puedo evitar pensar en Daniel Johnston, y es que siempre he creído que si Reilly hubiese sido creado más tarde, también se dedicaría a grabar canciones en un casete y a repartir las cintas a aquel que quiera escucharlas.
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